Economía visigoda


Al igual que en el resto de la Europa medieval, la base de la economía visigoda fue la actividad agraria.
No se puede decir mucho acerca de las técnicas agrícolas – ganadera. Se sabe que los molinos tenían una importante difusión ya que se conocen leyes que castigaban con cien azotes más una multa a quien robase hierros u otros elementos de los molinos.
Analizando esta legislación se sabe que existían regadíos artificiales, mejora que era indispensable dada la sequedad del clima en la mayor parte de la península. De ese modo se posibilitaron los cultivos hortícolas de las cálidas tierras meridionales.
El cultivo más extendido fueron los cereales aunque también se protegía la producción de olivo las viñas.
La ganadería gozaba de gran importancia y al parecer se practicaba ya la trashumancia que llegó a dominar la vida castellana siglos más tarde. La cría de cerdos, vinculada al aprovechamiento de los bosques, está mencionada en la legislación, lo mismo que la apicultura la caza y la pesca.
Los grandes yacimientos de minerales explotados en la época romana fueron abandonados en este período, según indican los nombres árabes con que fueron conocidos luego de la conquista cuando se los volvió a la actividad.

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Reino Visigodo
  
La propiedad

La propiedad se agrupaba de acuerdo a la procedencia de sus dueños, en: regia, eclesiástica y laica.
Regia: en su origen procedió de los bienes del fisco romano, pero no ha de considerarse inmovilizada durante todo el período visigodo. Muy por el contrario, los reyes acostumbraron a entregar tierras en plena propiedad o en forma temporal en modo de compensación a los miembros de la aristocracia. Como contrapartida, menudearon las confiscaciones en los avatares políticos de los que las famosas “purgas” de Khindasvinto distaron de ser las únicas, aunque fueran las más famosas. En el momento de la invasión musulmana la corona tenía aproximadamente tres mil villas o grandes dominios.
Eclesiástica: era la que provenía de las donaciones de los fieles. Además, Recaredo, una vez convertido al catolicismo, tomó la Iglesia bajo su protección. Pero, muy a menudo, los obispos y clérigos provenientes de ricas familias fueron quienes más contribuyeron a la dotación de sus sedes al donar a ellas sus bienes. Así se originó el patrimonio de la sede de Mérida que, en el siglo VI, fue la más importante de la provincia de Lusitania. Una de las causas del enriquecimiento de la Iglesia fue que las donaciones recibidas quedaban a perpetuidad en su dominio.
Laica: esta estaba en su mayoría de familias de origen hispanorromano o de magnates germanos. El servicio regio constituía una de las grandes fuentes de engrandecimiento de esos patrimonios, pero como contrapartida, existía el riesgo de las temibles expropiaciones.

La explotación de la tierra

La explotación de las tierras se centraba en las villas. Esta estaba divida en dos partes, una conocida como reserva que era explotada en manera directa por el dueño (dominus) y otra que se dividía en lotes que se entregaba a familias o siervos.
Estos grandes dominios no representaban una extensión continua sino que las parcelas se encontraban dispersas.
Los grandes dominios, heredados de los romanos poseían talleres y dependencias donde se elaboraban los productos allí obtenidos, destinados al consumo interno y también al intercambio y que, naturalmente, variaban según las regiones: aceite, vino, quesos, jamones y demás productos alimenticios, textiles, vestimentas, mobiliarios, etc.
La unidad más pequeña de explotación era la parcela del gran dominio o bien la pequeña propiedad campesina. Según lo que se lee en una ley visigoda, las dimensiones eran de aproximadamente unas 12,5 hectáreas.

Los mercaderes se establecieron en las principales ciudades como Mérida y en los territorios bizantinos de la península. Estos mercaderes procedían en su mayoría de oriente: judíos, griegos y sirios.
El séquito de los obispos vivía en las ciudades episcopales. La aristocracia prefería vivir en las villas aunque hubo quienes vivieron en las ciudades importantes como Mérida o Sevilla.
Analizando las leyes se puede deducir la existencia de oculistas, médicos, notarios, carpinteros, tallistas y artesanos.

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